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El juego del otro

Residencia y exposicion en el Castillo de Arazuri, Navarra.
Miki Leal, Fernando Pagola, Fernando Clemente, Juan Suárez, Javier Parrilla, Cachito Vallés, Secundino Hernández, Manuel M. Romero, Rubén Guerrero

Septiembre de 2025

Trabajar sobre el placer de la impostura, el difícil arte de la imitación o la sana reinvención del plagio, o, en otras palabras, sobre el artista y su sombra: el impostor.

En El juego del otro, una serie de artistas tomarán de rehén pasivo a uno de ellos, haciendo de colonos en su estudio, rehabitando sus lugares de descanso, robando las vistas e inhalando los perfumes de su espacio de trabajo; retomamos así los juegos de creación que durante décadas la artista performativa Sophie Calle y el escritor Paul Auster realizaban:

“La búsqueda de la identidad ha sido crucial para el artista postmoderno, y en este sentido Auster y Calle son emblemáticos. En una entrevista para The Guardian y explicando lo que él siente cuando crea un personaje, Paul comentó: ‘Es cuestión de habitar el personaje como un actor habita su papel. Es como oír la música en tu cabeza e intentar escribirla en la página’.”

A su vez, la obra principal de Sophie es performativa y, por lo tanto, su forma de plasmarla es habitando un personaje, un personaje que no es tan solo ella sino uno de sus muchos yo.

De este modo, Sophie Calle le pidió a su madre que contratara a un detective para que la siguiera a ella y anotara todo lo que hacía, mientras ella misma seguía a una tercera persona elegida. De esta forma, ella sabría cómo se veía como detective por un detective profesional. Esta performance de 1981 la plagiaría Auster en su libro Fantasmas, así como convertir a la propia Calle en uno de los personajes principales de su novela Leviatán, con el sobrenombre de Maria Turner.

En el libro, Auster se apropia de algunos trabajos de Calle, e inventa algunos nuevos, como establecer una dieta cromática para cada día de la semana, invención que posteriormente Sophie llevaría a cabo, fotografiando todo el proceso y convirtiéndolo en una de sus múltiples exposiciones.

En el caso que nos atañe, El juego del otro se convierte en una acción residencial común: ocho artistas se reúnen seis días en el estudio de uno de ellos, 24 horas compartiendo y conviviendo creaciones comunes, días en los que los mismos, y bajo la batuta comisarial, crearán una serie de obras en las dependencias de Fernando Pagola, embebidos de la suerte de “inspiración” que el lugar escogido les aporte. Un proceso de creación y estudio que se verá reflejado a posteriori en una exposición conjunta en el castillo de Arazuri.

Los artistas participantes son: Rubén Guerrero, Miki Leal, Fernando Clemente, Secundino Hernández, Juan Suárez, Javier Parrilla, Cachito Valés y Manuel M. Romero, impostores todos, incluido el propio Fernando Pagola que se convertirá en agente observador y observado.

Porque no existe artista sin referentes, porque desde el comienzo mismo de la creación el actuante artístico reflexiona sobre la ruptura que el líder al que venera ha sometido su propia obra, o como Baudrillard opinaba: seguir los pasos de alguien, aun en el caso de no informar a nadie de sus actividades, es en sí misma una agresión, comparada con la cual hasta el asesinato puede considerarse una sutileza; pues seguir los pasos de alguien es una forma de borrar sus huellas, y nadie puede vivir sin dejar siquiera un rastro.